Sin dolor. Sin miedo. Sin
preocupaciones. Sin problemas. Imaginación y diversión como lema. Y así, sin
mayor reparo, se persiguen, arriesgan sin ver riesgos. Bendita ignorancia. Son
felices. Él le toma la mano y ella se abandona, sin reprimendas. Se deja
llevar. Disfruta. Vive.
Ojalá fuéramos como esos
niños ingenuos. Daría lo que fuera por pensar como ellos, por ver la vida con
esos ojos exentos de experiencia pero llenos de ilusión. Deberíamos actuar así,
con inociencia y por diversión. Viviendo cada momento sin pensar en un mañana.
Caminar acompañado de esa persona que te alegra el día con una mirada.
Conformarnos con un pilla pilla y obtener como recompensa una carcajada
sincera. Porque al fin y al cabo, la vida es un juego. Pero, eso sólo lo saben
los peques.
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